—Mi dulce princesa —susurró John cuando se separó de ella.
Luz se sintió tan temblorosa que se apoyó en él para no venirse abajo.
—No hace falta que te esfuerces porque ya siento lo mismo que tú, mi caballero de brillante armadura—susurró dejando caer la cabeza sobre su hombro.
La felicidad de un hombre que se ha ganado la lotería millonaria no es nada en comparación a la alegría que ahora mismo llena el pecho de John.
Él aún no lo sabe con certeza, pero ha encontrado a su alma gemela.
—Soy muy afortunado, si que lo soy.
Luz alzó su rostro y lo miró a los ojos.
—¿Si?
—Claro que sí, la chica que me gusta corresponde mis sentimientos. Ni todo el oro del mundo podría darme tanta felicidad como esto.
—John, ¿Por que aveces siento que puedes verme? —preguntó mirándolo fijamente.
— Tal vez lo hago —contestó desviando la mirada.
—¡Qué locura!, ¿Te imaginas?, ¿Que realmente puedes ver, y me lo has ocultado todo este tiempo? —soltó una risita entre dientes.
Pero lejos de reírse, Joh