El rey cerró los ojos con fuerza, como si pudiera destrozar el pasado con su llanto.
—Y ahora —susurró Seung, su voz temblando de rabia y dolor—, la única mujer que te amó sin condiciones yace muerta a tus pies. Por tus manos. Por tu espada.
Acerco al niño a su pecho mientras se dirigió a la puerta
—Este niño no te debe nada.
Salió de la habitación con el niño apretado contra su pecho.
Detrás, el silencio se hizo más espeso.
El rey, solo, cayó al suelo, encorvado como un hombre anciano.
Con la sangre de su esposa en la armadura.
Y el eco de su amor… perdido para siempre.
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Cuando volví en si. Estaba ahí parada frente a frente al hombre que le entregue todo mi ser, en quien confié incluso en el último momento, me dolía verlo, pensar en que le confié mi vida, me arrodille y le entregue mi vida incluso después de ver como asesino a mi inocente bebé. Ni siquiera lo du