Capítulo 4

Cuando la puerta sonó esa noche ya sabía que era él, pero estaba tan sumamente histérica que pregunté por el telefonillo.

  • Soy yo, abre – aseguro él, y al abrir la puerta volví a verle, al fin, volví a sentir aquella mirada sobre la mía, y mi coraza se tambaleó un poco. Era increíble que él, con tan sólo una mirada pudiese hacerme temblar de aquella forma – he traído un poco de shushi para cenar y un vino.

Sonreí, tímidamente, invitándole a entrar. Pero él, en lugar de entrar, tan sólo se quedó allí, mirándome, haciéndome enmudecer y bajar la cabeza, avergonzada.

  • Estás preciosa – aseguró, agarrando mi mano para atraerme un poco hasta él, pero me solté antes de que lo hubiese hecho, estaba cansada de ser una marioneta, de sufrir por él.

  • Pasa – le dije, secamente, haciendo que él se arrepintiese de sus intenciones y caminase un poco cohibido hacia la mesa del salón – traeré unas copas.

  • Te ayudo – aseguró, para luego seguirme a la cocina, después de haber dejado las bolsas en la mesa del salón. Abrí el mueble para coger las copas, cuando sentí sus manos en mi cintura.

Un escalofrío me recorrió entera, él cogió las copas y se marchó a la mesa, despreocupado, como si lo que hubiese echo fuese lo más normal del mundo. Yo me quedé allí, un poco atolondrada, sin poder reaccionar, durante un momento.

No quería pelear, no quería reclamarle, no quería discutir con él. Aunque había muchas cosas que aclarar no quería hacerlo, no cuando llevaba tanto sin verle, no cuando había deseado durante meses su cercanía.

Caminé hacia la mesa y me senté junto a él, mientras él sacaba la comida de la bolsa, para luego coger el abridor y comenzar a abrir el vino. Levanté mi copa para que me echase vino, y él lo hizo.

  • Has estado fantástica en tu actuación de hoy – aseguró, mientras se echaba vino en su copa, para luego darle un sorbo y asentir, en señal de que estaba bueno – La canción nueva es preciosa.

  • Tan sólo una mirada – Asentí, para luego dedicarle una tenue sonrisa – Me encanta esta canción.

  • ¿La compusiste pensando en él? – preguntó, dejando la copa sobre la mesa, para coger los palillos y disponerse a coger un maki – en Miguel Ángel – explicó. Sonreí al notar que estaba intentando sacarme información.

  • Me ha encantado verte allí – aseguré, evitando contestar aquella pregunta – en el programa – afirmé, alargando mi mano para coger yo también un poco de comida y meterla en mi boca – añoraba cantar contigo – sonrió al escuchar mis palabras.

  • He pensado que podríamos retomarlo – comenzó, mirando hacia mis ojos, haciendo que me atragantase con un trozo de arroz al escuchar aquello. Pero me recompuse pronto – lo de ser amigos – me calmó, para que no pudiese pensar en nada más, no había querido confundirme.

  • Fuiste tú el que no quería continuar, la última vez – aseguré, justo después de haber tomado un poco de vino para tragar completamente el arroz que se me había quedado atorado en la garganta.

  • Creo que ha pasado un tiempo más que prudente – aclaró, dejando la comida de lado para prestarme toda su atención – y te echo de menos – sonreí al escuchar eso último – Aunque sabes que no podremos vernos tanto como antes, tú tienes tus proyectos y yo los míos, pero eso no quiere decir que no podamos estar en contacto y … - explicaba.

  • Me parece bien – le calmé, dejando claro que estaba de acuerdo con lo que proponía. Tan sólo seríamos amigos, le aseguré a mi conciencia, que intentaba hacerme ver que estar cerca de él era un error. No habrá nada más entre nosotros, no dejaré que vuelva a hacerme daño.

  • ¿Qué te pareció “Recuérdame”? – Preguntó, nombrando su canción, esa que me había cantado en el programa.

  • Es preciosa – aseguré, provocando que él sonriese hacia mí – creo que deberías terminarla.

  • La terminé esta tarde, justo después de que Camila se fuese – aseguró, haciendo que mi curiosidad aumentase, evitando que el nombre de aquella mujer me hiciese daño. Tan sólo era curiosidad, me prometí a mí misma, no era nada más - ¿quieres escucharla completa? – preguntó, mientras yo asentía.

  • ¿Quieres tocarla al piano? – Pregunté, mientras el asentía, pues se acababa de meter un trozo de maki en la boca y le era imposible hablar y comer al mismo tiempo.

Me levanté de la silla y caminé hacia el enorme piano que había en el salón, mi lugar favorito de la casa. Me senté en el banco y miré hacia él, observando cómo bebía vino, para luego limpiar su boca y caminar hacia mí, sentándose entonces a mi lado.

Comenzó a tocar los primeros acordes, sin dejar de mirarme, provocándome una tierna sonrisa. Movía sus dedos con tanta sensualidad, que me provocaba una enorme ternura verle tocar así.

*Canción real de Pablo Alborán*

“Deja que hable” – Comenzó, sin dejar de mirarme – “Deja que hoy te cuente” “Cómo quema que te vayas entre lágrimas, me duele” – entonaba, mientras yo recordaba aquel momento en el que él limpiaba mis lágrimas, aquella noche, nuestra última noche juntos. Bajó la cabeza, mirando hacia el piano, y luego la levantó antes de seguir la siguiente estrofa.

“Déjame verte, una despedida, y ya me quedo en este infierno al ver que hoy me olvidas”

“Párale los pies a ese reloj que nos controla” – cantaba, refiriéndose por supuesto al tiempo, a lo rápido que me había marchado, lo rápido que todo había acabado, lo poco que le gustaba aquella situación – “que no nos deja ser, que apaguen el sol de una vez”

“Recuérdame, ahora que ya decidiste ir con él” – rompía el estribillo, mientras yo pensaba en ese momento en el que le comunicaba que elegía quedarme junto a Miguel Ángel, a pesar de que él me había confesado que me amaba. – “que sea lo que deba ser, aunque a mí me toque perder” – en esa frase denotaba su dolor, todo lo que había sufrido a causa de mi estúpida decisión de elegir a otro en vez de quedarme a su lado.

“Recuérdame, ahora que tu piel ya se fundió con su piel” “Su mundo gira en torno a ti y tú no piensas volver” – concluía, recordando el momento en el que él me había dicho que no podría ser sólo mi amigo, y todo había quedado zanjado entre nosotros. Dolía pensar en eso, dolía demasiado, aún dolía.

Durante esos minutos en los que sólo había música me arrimé un poco a él, y aproveché el momento en el que miraba al piano para dejar caer mi cabeza sobre su hombro, provocando que él se sintiese arropado, y siguiese la canción con más ilusión, aunque con la misma melancolía que esta denotaba.

“¿Dónde te marchas? ¿Dónde piensas irte? Vayas dónde vayas se que ya no voy a perseguirte” – aseguraba, mientras mi corazón dolía dentro, dándome cuenta de que había vuelto a dejar caer aquella coraza que lo rodeaba, recordando aquel momento, en el que él había dejado de aferrarse a mí, el momento en el que me había deseado lo mejor con Miguel Ángel y me había dejado marchar - ¿Cuánto le amas? – preguntó, intentando aún adivinar si lo que había sentido por mi exnovio era más grande que lo que sentía por él - ¿besa como beso? Dime que aún no te ha tocado cómo hicieron mis dedos – proseguía, dándome cuenta de que se había estado martirizando con todo aquello durante mucho tiempo.

“Párale los pies a ese reloj que nos controla, que no nos deja ser …” – y  ahí continuaba el estribillo, con mucho sentimiento, mientras yo seguía allí, incapaz de moverle, queriendo escuchar la parte que venía después, aquella que él había terminado justo ese día, aquella parte que aún desconocía.

Levanté la cabeza y le miré tan pronto como escuché sus próximas palabras, entonadas por aquella hermosa canción, haciendo que mi corazón se detuviese y que mis lágrimas saliesen en ese justo instante, admirando como las suyas lo hacían también.

“Si supieras la agonía, decir adiós, quererte, y no volver a verte más” – eso era lo que él había sentido al dejarme atrás, al estar separado de mí durante esos últimos seis meses, esos meses en los que nos habíamos echado de menos cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo…

“Si puedieras revivirme, prométeme buscarme como una vez lo hiciste” – rogó, sin dejar de mirarme, mientras yo limpiaba mis lágrimas y miraba hacia él, con el corazón en vilo, por la forma tan desesperada en la que él me estaba pidiendo aquello, como si todo aquello para él hubiese sido como un infierno. Y al escuchar su próxima frase supe que era cierto, todo aquello para él había sido un infierno – “¿por qué te vas? Si yo te pierdo, mi cuerpo entero, en llamas”

Acerqué mi rostro al suyo, y apreté mi frente contra la suya, mientras mis lágrimas volvían a caer, y él dejaba de prestar atención al piano, para posar sus manos sobre mis mejillas, secándome aquellas lágrimas.

“Recuérdame” – rogó, con sus manos aún sobre mis mejillas, sin dejar de mirarme, entonando aquella canción que estaba a punto de terminar – “Ahora que ya decidiste ir con él. Que sea lo que deba ser, aunque a mí me toque perder” – proseguía, calmado, para luego terminar la segunda parte del estribillo, quedándose allí, sin dejar de mirarme – ““Recuérdame, ahora que tu piel ya se fundió con su piel” “Su mundo gira en torno a ti y tú no piensas volver”

  • Lo siento – dije al fin, apartando la cabeza, mirando hacia el frente, fijando la vista en el piano que acababa de ser tocado por él – siento que mi decisión nos hiciese tanto daño a ambos – proseguía

  • He oído que al final lo tuyo con él no funcionó – comenzó, mientras yo me levantaba y caminaba hacia el jardín, provocando que él hiciese lo mismo. Me dejé caer sobre la barandilla de madera que había en el porche, y miré hacia la piscina, en aquella noche estrellada, en la que sólo se veía la luz de la casa – Necesitaba escribir esa canción – aseguró, mientras se apoyaba en la barandilla, junto a mí, mirando hacia el frente – necesitaba expresar de alguna manera lo que sentí con lo que pasó y … - continuaba, juntando las manos, nervioso, mientras yo entrelazaba mis manos, intentando parecer calmada, pero lo cierto es que estaba aterrada - … siento si eso te ha hecho remover el pasado.

  • Lo de Camile y tú … - comencé, intentando calmar aquella agonía que se moría por salir al exterior en forma de lágrimas, en aquel momento, intentando adivinar las intenciones que él tenía - … ¿vais en serio?

  • No – me calmó, sin que ambos dejásemos de mirar hacia la piscina – ella sólo me hace olvidar mi dolor.

  • Deberías dejar de aferrarte a este dolor – le rogué, pues acababa de darme cuenta de que no quería que él siguiese sufriendo con todo aquello, no quería que él siguiese aferrado a nuestros recuerdos, tan sólo quería que él fuese feliz, aunque aquello me destrozase por dentro, saber que no era yo la que lo hacía – e intentar ser feliz con ella.

  • Debí haber aguantado un poco más – se martirizaba – debí haber sido tu amigo como me pediste y …

  • No – le contradije, mirando hacia él, sintiendo sus ojos sobre los míos – Necesitaba que me dejaras – le comuniqué, mientras él me miraba sin comprender a lo que me refería – me hizo darme cuenta de lo valioso que eras para mí.

  • “Uno no se da cuenta de lo que tiene, hasta que lo pierde” – citó el refrán, haciéndome sonreír calmada, ante aquel gesto – Creo que ambos lo necesitábamos.

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