Epílogo. La luz de un nuevo comienzo
El sol de la mañana iluminaba suavemente la habitación. Camila estaba sentada en el sillón del salón, acunando a su pequeña en brazos mientras Andrew se inclinaba a su lado, observándolas con una sonrisa que lo llenaba de orgullo y amor. La bebé, envuelta en una manta rosa, dormía plácidamente, ajena al mundo, con el pecho de su madre ofreciendo la seguridad que solo el amor verdadero puede dar.
Andrew suspiró profundamente, sintiendo que por fin todo había encontrado su lugar. La pesadilla del pasado, las amenazas, el miedo… todo eso quedaba atrás. Ahora solo existía su familia, su hogar, y la promesa de un futuro construido con ternura y paciencia.
—Es perfecta —susurró Andrew, acariciando suavemente la cabeza de la pequeña—. Gracias por darme esta oportunidad… gracias a las dos.
Camila levantó la vista y lo miró con una sonrisa llena de emoción.
—No, gracias a ti, Andrew. Tú nos salvaste de tantas cosas… y ahora nos das la paz que tanto necesitábamos.
El joven padre se sentó junto