Capítulo 34. La búsqueda desesperada
Lisandro sintió que las palabras de Carolina lo atravesaban como cuchillos afilados. La culpa y el remordimiento lo invadieron, pero sabía que no era momento de dejarse llevar por las emociones. Tenía que actuar rápido si querían recuperar a la niña.
—Tienes razón, Carol. Esto es mi culpa, —admitió con voz grave. —Pero te juro que haré todo lo que esté en mi poder para encontrar a tu hija. No descansaré hasta que esté de vuelta contigo, sana y salva.
Carolina lo miró, sus ojos aún llenos de lágrimas y furia.
—¿Y cómo piensas hacer eso? La policía nunca hace nada… si le pasa algo a mi pequeña no voy a soportarlo, es tan indefensa.
Lisandro apretó la mandíbula.
—Yo tengo mis propios recursos. Haré algunas llamadas y pondré a toda mi gente a buscarla. Nadie en esta ciudad puede moverse por mucho tiempo sin que yo lo sepa, eso te lo puedo asegurar.
Sacó su teléfono y comenzó a marcar números frenéticamente. Carolina lo observó, una mezcla de esperanza y desconfianza en su mirada.
Mient