CAPÍTULO 19

—Pulsen el botón del ruso de una vez, ¿pretenden que nos quedemos aquí toda la vida? —demandó el moreno a sus amigos.

Entonces Maël se dio cuenta que era yo y su rostro al verme pasó de la jocosidad al asombro, y del asombro a la interrogación. Y mientras comenzamos a subir y los demás seguían parloteando a un volumen alto sin prestarnos atención, sus facciones viajaron desde la incógnita hasta otras cosas que no supe descifrar. Sí, tenía preguntas escritas en su frente, pude verlas desde allí. Se preguntaba a sí mismo qué hacía yo viajando en ese ascensor.

No supe si era el literal subidón del aparato, pero una inyección de ansiedad explotó en mi estómago acabando con las mariposas y abejas, casi hormigas furiosas. Aquella explosión recorrió mi piel convirtiéndose en adrenalina. Y creo que él también fue testigo de mis cambios, formulaba mis preguntas al igual que él y desde allí no miré a nadie más, sólo a él: bien vestido, jean claro, camisa a rayas destacando altura, perfumado. Su
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