40. ¿Embarazada?
— Tú jamás podrías parecerte a ella, Dios, es que… ni siquiera podrían ser iguales — le aseguró, pegando su frente a la suya, y es que a pesar del parecido físico que existía entre las hermanas De Lima, sus corazones eran completamente distintos, y Ramsés había comprendido eso después de conocer verdaderamente bien quién era su esposa.
La mujer que amaba.
— Pero ellas dicen que…
— Son solo chismes de pueblo, solo eso — y la silenció con un dulce beso en los labios, logrando que con eso Gala dejara de preguntar, aunque la duda y la incertidumbre no abandonaron su pecho, y durante el camino, no dejó de preguntarse si él… había visto en ella a la mujer que una vez amó, y que no sabía si todavía amaba.
Al llegar a la hacienda, Ramsés la obligó a descansar.
— Por favor, prométeme que lo harás.
— Pero me siento bien, en serio.
— Gala, amor, necesito irme a trabajar sabiendo que vas a estar bien, no estaré tranquilo si no descansas — le pidió, entrelazando su mano a la suya.
La dulce joven to