28. ¡Te has burlado de mí, de mi confianza!
Ramsés permaneció sentado en el amplio sillón de su despacho, con los codos apoyados en sus rodillas y las manos entrelazadas frente a su rostro, sin saber cómo sentirse.
— ¿Esto es lo que merezco por volver a confiar? — se preguntó a sí mismo, ofuscado, lleno de dudas, miedo y celos. Celos que lo cegaban.
¿Qué debía hacer? ¿Qué diablos… debía hacer?
Los recuerdos de la noche anterior lo golpearon con fuerza. Las caricias de Gala, con ellas y sus promesas, habían conseguido traer de él algo que llevaba mucho tiempo enterrado, y que había logrado traspasar todas y cada una de sus barreras. ¿Había sido todo… una mentira? Dios, si existía esa posibilidad, iba a enloquecer. ¡Lo haría! ¡Su naturaleza volvería!
— Necesitas enfrentar esto, Ramsés — se dijo al fin, tomando una profunda bocanada de aliento, para entonces ponerse de pie y salir del despacho.
Al llegar a la habitación, escuchó murmullos, pero estos se silenciaron en cuanto él entró.
Gala estaba sentada a la orilla de la cama. El