La cara de Marcus se descompuso aún más. Sus manos, que ya estaban temblando ligeramente, se posaron firmemente sobre sus rodillas, como si el peso de lo que había escuchado lo estuviera hundiendo en el colchón. Observé cómo su pecho subía y bajaba con rapidez, respirando profundamente como quien lucha por no sucumbir al pánico.
—Escuchaste la llamada del bebé porque eres parte de todo esto, Marcus —intervine despacio, eligiendo cuidadosamente mis palabras para evitar abrumarlo—. Lo que escuchaste no fue producto de un sueño ni de tu imaginación. Fue la energía del cachorro de tu hijo llamándote. Él levantó la mirada, entre confundido y asustado. Pude ver el reflejo de sus pensamientos cruzando su rostro, como si intentara encajar piezas de un rompecabezas que le resultaba imposible de comprender. —Marcus, ¡no tenemos tiempo para explicarte bien las cosas, pero Neiti corre un gran peligro! —dije de inmediato—. Está embarazada de ti. ¡El bebé que e