El bello rostro de Isis se contrae en una expresión de sorpresa mientras dos lágrimas silenciosas ruedan por sus mejillas. Intenta hablar repetidamente hasta que logra articular:
—Pero Jacking, perdóname si te he ofendido. Yo... yo solo quería saludarte —se interrumpe, mientras su boca se mueve sin que de ella salga ninguna palabra hasta que logra continuar—. Es verdad que no somos nada, pero yo... yo... ¡yo te amo! El Alfa Supremo contempla a la frágil humana mientras una tormenta de emociones destructivas nubla su razón. La furia se expande por su pecho como lava ardiente, nublando su visión con destellos rojos. Cada fibra de su ser rechaza esas palabras de amor que considera una blasfemia contra su naturaleza. El odio y la repulsión se mezclan con una rabia primitiva que amenaza con hacerle perder el control. Cuando finalmente abre la boca, no es su voz humana la que emerge