Pero cuando estaba a punto de llegar al clímax, él se detuvo para subir hasta sus pechos y comenzó a succionar con gran maestría, mientras sus dedos se introducían en su interior. Ella gemía como loca; nunca en su vida había sentido tal placer. Tiró de él para poder besarlo, y lo hizo, ¡queriendo comerse la boca de su hombre que sabía a ella!
Luego bajó hasta su cuello, la chupaba una y otra vez, donde debía ir su marca, sus colmillos rozaban la piel de la mujer, provocándole miles de sensaciones. Julieta estaba enloquecida de placer; atraía con sus pies al hombre por la cintura. Sacó sus garras y le rompió la ropa. Horacio terminó de desprenderse de su ropa, sin dejar de lamer a su mitad. Sacó su miembro y, sin previo aviso, enloquecido por esta mujer, la embistió con todas sus fuerzas. Julieta soltó un grito d