BLAIR

Al otro día, Cassidy me arrastró toda entusiasmada para enseñarme nuestro “negocio”.

Parada frente al alto edificio ruinoso, de ladrillos rojos, tipo almacén, con carteles descoloridos, todavía no le veía la gracia al chiste.

—Ajá, aquí es cuando me descojono de la risa. Ahora, ¿nos vamos de verdad para el negocio que te dejó tu abuelo?

Le pregunté alzando una ceja.

Aún no me creía que su hermano hubiera accedido a apoyarme.

—¿Pero serás desgraciada, mala mujer? ¡Esta fue la licorería más famosa del valle, ven, ven…!

Me tomó de la mano y casi me llevó a rastras hacia las rejas de la entrada.

Con tanto óxido que tenía, dudaba que fuese a abrir el candado, pero sí que lo logró.

Dándole empujones a la puerta de madera, al fin entramos al salón principal.

—Cof, cof… qué cantidad de polvo —la capa de hollín y polvareda fue lo que nos recibió.

La luz del exterior apenas entraba a través de los cristales sucios.

—Cassidy, esto… —le iba a decir que si se había construido antes de