‘Esto no me hace gracia, Ella’. Su voz gruñona suena en mi mente. Ignorándole, salto y me ato a sus piernas, dándole codazos y repitiendo mis súplicas una y otra vez. En el momento en que le muerdo los tobillos, el estoico alfa cede y su enorme lobo se libera con un rugido.
Mi loba está al mando y solo quiere celebrarlo. ‘¡Sí!’. Grita, abalanzándose sobre él en cuanto se completa la transformación. La energía premonitoria de Sinclair se tiñe de humor ahora, y sé que he ganado. Luchamos y jugam