Capítulo Quince

El cuerpo escultural de Marcelo desnudo deleita mi vista. Él se pavonea completamente seguro de sus atributos. Mirar el tamaño de su miembro 3r3cto hace que mi garganta se cierre y que mi boca comience a salivar.

Un escalofrío se apodera de mi estómago y un calor conocido recorre mi entrepierna. No puedo mirarle la cara, la vista se me va constantemente a la “V” de su abdomen y de ahí más abajo. Detallo con morbo su p3n3 que palpita al antojo del italiano.

Su grosor es exquisito y hace que mi vientre se contraiga con tan sólo imaginarlo clavado en mi.

Estoy de pie como una tonta detallando el f4l0 bien dotado, los t3st*culos pequeños de un italiano demente, y me gusta lo que veo. Él también lo sabe, la expresión de su rostro y la forma en que ha comenzado a avanzar hacia mi me lo dejan claro.

—Sei arrivato nel tuo negozio di giocattoli, piccola bambola.

—Gracias por tan “cordial” bienvenida. ¿No se supone que uses ¿un pantalón?, ¿algo de cuero, o algo por el estilo? ¡No te puedes pa
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