Su oscura obsesión
Su oscura obsesión
Por: Zelly quin
noche infernal

CAPÍTULO 1

—¡Desnúdate para mí, Shawty!

Las palabras le resonaron en los oídos a Aurelia como clavos contra el cristal, y se estremeció, con la irritación ardiendo aún más en sus venas. Apretó los puños a los costados. Todo en su interior gritaba no, pero allí estaba, fingiendo que la humillación no la asfixiaba.

Nunca imaginó que su vida llegaría a esto. Vendiendo su cuerpo. No por placer. No por deseo. Sino por sobrevivir.

para Iva.

Su hermana pequeña. Su todo.

Iva yacía en una cama de hospital, pálida, respirando débil y lenta por una insuficiencia renal. Los médicos habían dicho cifras que destrozaron a Aurelia. Cifras que nunca alcanzaría; ni trabajando en sus dos trabajos agotadores, ni siquiera muriendo de hambre para ahorrar hasta el último centavo. No quedaba esperanza. No había salida.

Excepto esto.

—¿Qué esperas? ¡A por ello! —espetó el anciano de nuevo, con la voz cargada de impaciencia y perversión. Sus ojos pequeños y brillantes recorrieron el contorno de su cuerpo como si ya la estuviera tocando.

A Aurelia se le revolvió el estómago.

Las palabras de Clara resonaban en su cabeza: Buen dinero. Trabajo fácil. Solo una noche.

Mentiras. Todas mentiras. Aurelia esperaba a alguien más joven, alguien menos repugnante. No a este monstruo arrugado y envejecido, con el pelo blanco disperso entre la barba y una sonrisa que le ponía los pelos de punta.

Su aliento apestaba a whisky caro y podredumbre.

Se quedó paralizada cuando él se levantó; sus bóxers se deslizaron, revelando la parte de él que deseaba no haber visto nunca. Un pene pequeño, arrugado y patético. Un escalofrío de asco le recorrió la espalda.

—¿No quieres que te pague? —gruñó.

—Sí… quiero —se obligó a decir, mirando al suelo, intentando no respirar.

 “Entonces desenreda esa belleza y ven aquí con papi.”

Papi.

La sola palabra le daba ganas de gritar.

Novecientos mil dólares. Era todo lo que necesitaba para empezar la cirugía. Una oportunidad, la única oportunidad para que Iva viviera. Aurelia cerró los ojos con fuerza.

Hazlo por ella.

Solo por ella.

Se tragó el orgullo junto con la dignidad y se deslizó el vestido por su cuerpo tembloroso. Se le puso la piel de gallina, pero no por el frío de la fea polla que tenía delante.

“Ahh, perfecto”, suspiró el hombre con satisfacción.

Sus ojos palpitaban de hambre.

“Mueve ese culo para mí, mamá.”

La humillación le inundó las venas. Se giró, moviéndose rígidamente, obligando a sus caderas a balancearse. Le ardían las mejillas. Nunca quiso que nadie la tocara así. Nunca quiso que la vieran así.

Pero Iva… Iva la necesitaba para sobrevivir.

 El hombre se lamió los labios como si ella fuera una comida solo para él. Luego agarró un altavoz Bluetooth, subiendo el volumen de la música hip-hop; el bajo hizo vibrar la habitación mientras le exigía que perreara, hundiéndola aún más en la miseria.

Sus movimientos eran torpes, pero mecánicos. Cada segundo se sentía como una vida entera en el infierno.

Intentó no llorar.

Intentó no gritar.

Justo cuando se acercó a él para el baile erótico que él había ordenado... la puerta se abrió de golpe.

Aurelia jadeó, agarrándose el vestido para cubrirse.

Un hombre alto, más joven, con aspecto poderoso, irrumpió en la habitación. Su sola sombra se tragó la habitación. Parecía de unos treinta y tantos, corpulento, vestido con autoridad de pies a cabeza. Apretó la mandíbula al posar la mirada en la repugnante escena.

"¡Zayn!", ladró el anciano, luchando por cubrirse.

"Cada día es más descarado", respondió Zayn, con una voz afilada. Tranquila pero letal. —Estaba a punto de probar esta belleza... ¡así que vete! —espetó el anciano.

La mirada de Zayn se desvió hacia Aurelia. Ni lujuria. Ni sorpresa.

Furia pura y ardiente.

Sus ojos recorrieron su figura temblorosa, el vestido que se aferraba con desesperación a su pecho, el miedo que la recorría. Por un instante, se olvidó de respirar.

Entonces todo sucedió rápido.

Zayn la agarró de la muñeca, firme e implacable.

"¡¿Qué estás...?!", gritó ella, tropezando tras él.

Su vestido se deslizó de nuevo. Tiró de la tela, intentando esconderse, pero fue inútil, pues volvió a caer, dejándola desnuda.

"¡Zayn, ni te atrevas!", rugió el anciano tras ellos.

Pero Zayn no se detuvo. Ni siquiera miró atrás.

Arrastró a Aurelia por el largo pasillo, ignorando su forcejeo. Su agarre era férreo, y ella no era rival para él.

Abrió otra puerta, la empujó dentro y ella cayó con fuerza sobre una cama enorme. Un dolor punzante le recorrió la espalda al hacer una mueca.

La puerta se cerró de golpe. La cerradura hizo clic tras él.

El corazón de Aurelia latía con fuerza. Respiraba agitadamente, aterrorizada.

Zayn la miró como si fuera una criminal a la que hubiera pillado con las manos en la masa.

"¿Te gustan los viejos?", espetó.

"¡No!", gritó Aurelia, retrocediendo a rastras, aferrándose a las sábanas.

"Ese viejo bastardo ya tiene hipertensión", espetó Zayn. "¿Intentas matarlo?"

Parpadeó, y la ira se apoderó del miedo.

"¿Qué asesinato? Es demasiado pequeño para matar a alguien con esa cosa", replicó sin poder contenerse.

Las cejas de Zayn se alzaron bruscamente.

El aire se densificó.

"Te mostraré lo difícil que puede ser", gruñó con una voz llena de oscura promesa.

Antes de que pudiera correr, él se movió rápido.

Le sujetó las manos al colchón, cerniéndose sobre ella. Su aliento era caliente, su agarre inquebrantable. Aurelia sintió que el corazón se le salía del pecho.

"Suéltame...", susurró con voz temblorosa.

"Viniste aquí dispuesta a venderte", siseó. "No te hagas la inocente ahora".

Su mirada se posó en sus labios, no con deseo, sino con una peligrosa rabia.

Entonces su boca se estrelló contra la de ella.

No fue un beso. Fue una toma de posesión.

Fue áspero, contundente y castigador, robándole el aire de los pulmones. Las lágrimas le picaban en los ojos por la presión, el dolor latía en sus labios donde sus dientes la raspaban con demasiada fuerza.

Intentó resistirse, empujándolo contra su pecho, pero él no se movió.

Su mano se deslizó hasta su cuello, sujetándola, con el pulgar presionando, casi asfixiándola, recordándole que él tenía el control. Sus labios se arrastraron por su piel, dejando marcas ásperas donde mordió y succionó, reclamando territorio que ella nunca le había ofrecido.

"Para..." Ella se atragantó.

Pero él no.

Su mente daba vueltas: miedo, dolor, asco, el eco del nombre de Iva la instaba a no romperse.

Entonces…

Una fuerte oleada de presión. Él la penetró con rapidez. Dejó escapar un jadeo que se liberó antes de que pudiera tragarlo.

Su cuerpo se tensó.

Un grito se le escapó de la garganta cuando él empezó a embestir. Era una agonía cruda, sin aliento, y el terror la desgarraba por completo.

Nada en esto podría haberse sentido como el viejo.

Esto era fuerza real. Dominio real. Placer real…

Y dolía, mezclado con placer.

El placer la invadió tanto que su cuerpo la traicionó.

Gemidos escaparon de sus labios, sus piernas se curvaron con fuerza alrededor de él.

Él embistió como si fuera suyo. Su voz se quebróen súplicas entrecortadas, sus dedos arañando las sábanas, su mente ahogándose en horror y placer mientras su mundo se derrumbaba en algo que nunca imaginó.

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