A la mañana siguiente, desperté en una habitación pequeña.
No era exactamente pequeña; lo suficientemente grande para una chica como yo.
Cómo había llegado allí seguía siendo un misterio. Lo último que recordaba era a Kael diciendo algo sobre reglas y sobre convertirme en Luna.
Llamaron a la puerta. Antes de que pudiera responder, alguien la abrió con cuidado y miró dentro.
Entró una joven vestida de sirvienta, con una dulce sonrisa en el rostro.
—Buenos días, Luna.
¿Luna?
¿Kael lo había anunciado tan rápido?
—He preparado tu baño, mi señora. El Alfa dijo que deberías estar lista en treinta minutos.
—¿Treinta minutos? —Fruncí el ceño—. ¿Qué está pasando?
—¿Dónde está Kael? —pregunté.
—Ah... ¿te refieres al Alfa? Está en su habitación. Me ordenó que viniera a prepararte.
Asentí y me levanté de la cama. Ella me guio hasta los baños.
Mis pies tocaron el frío suelo; mi bata rozó mis tobillos al entrar. En el centro de la sala había una gran bañera llena de agua humeante.
Dejé que mi bata