Entonces, jaló a Juan de regreso y dijo: —Espero que cumplas tu palabra.
En ese momento, sonó el teléfono de Ana. Al contestar, su expresión cambió de repente.
—¡María, esa mujer sin vergüenza, nos va a demandar por difamación?
—¿Y dice que ya tiene pruebas?
—Espera, voy a llevar las píldoras a un laboratorio profesional para su análisis. Veremos qué tiene para decir cuando obtenga los resultados.
Ana, después de colgar el teléfono, miró cautelosa a Celia y luego le habló en voz baja a Juan.
—Tu desvergonzada exesposa contraatacó. Ahora tengo que ocuparme de esto y no puedo ir contigo a atender a los pacientes.
—Cuando vayas con esta mujer, asegúrate de tener cuidado, no caigas en sus trampas y no dejes que se aproveche de ti.
En tan solo unos minutos de conocer a Celia, Ana la había etiquetado como una mujer experta en seducir a los hombres.
Celia, por otro lado, no se mostraba molesta y escuchaba la conversación de Ana.
Parecía que este médico acababa de divorciarse y que Ana era sol