Capítulo 251
Juan sintió que, a pesar de la amabilidad en el rostro del anciano, emanaba de él una poderosa presión.

Esta fuerte presión no era como la que sentiría frente a alguien como Herman, una persona adinerada, sino una presencia incomparable.

Solo con sentir la presencia del anciano, Juan supo en ese momento que no era una persona común.

El anciano se sentó junto a Juan y le sonrió con agrado: —Cuando te encuentres con problemas, siempre habrá una solución. No te dejes llevar por pensamientos negativos y no te dejes que tu ira explote.

—Tienes demasiada ira en tu interior. Siéntate a mi lado y calmemos un poco nuestros corazones.

Juan, algo indeciso, imitó la postura del anciano y se sentó cómodamente. Pronto, el anciano comenzó a tocar su pandero.

—Clanc

—Clanc

—Clanc

Ambos cerraron los ojos en meditación. El solemne sonido del pandero resonaba constantemente en los oídos de Juan, quien sentía una paz interior como nunca la había sentido.

Desde que quedó huérfano y vagó por tierras extran
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