Después de ingresar al hotel, Celia reservó cuatro habitaciones en la recepción.
Después de un día tan agotador en el automóvil y sin comer, primero buscaron un salón privado para cenar.
Jacobo y Pablo, muy agradecidos con Juan por llevarlos al evento de subastas, no dejaron de brindarle con copas de vino.
Ante la gran generosidad de los dos ancianos, Juan se vio obligado a acompañarlos.
A mitad de la cena, Celia se sintió algo agotada y decidió retirarse a descansar en su habitación.
Antes de irse, le dijo a Juan: —Querido, te espero en el hotel con el cuerpo limpio.
Ante la mirada coqueta de Celia, Juan solo pudo sacudir suavemente la cabeza, ya acostumbrado a sus coquetas insinuaciones.
Jacobo y Pablo, desde el principio pensando en usar el encanto de Celia para ganarse a Juan, ahora sentían que ellos dos también eran compatibles.
Conscientes de su avanzada edad, sabían que no estarían con Celia por mucho tiempo.
Por eso, querían con ansias vengar a Rogerio y luego ayudar a C