Juan no prestó atención a la sorpresa de Ana y simplemente sintió silenciosamente los sutiles latidos en las cuatro hebras de oro.
De repente, Juan recogió las cuatro hebras de oro y se dirigió directamente hacia los cuatro.
Con un gesto amplio, sacó una bolsa de piel de buey de sus manos y la desplegó suavemente, revelando cientos de agujas de plata de diversos tamaños dispuestas dentro.
Luego, Juan agitó la mano y clavó nueve agujas de plata en cada paciente.
¡Juan estaba utilizando las agujas de plata para canalizar la energía en los cuerpos de estos pacientes!
La habilidad de Juan dejó a Ana boquiabierta.
Antes de que Ana pudiera reaccionar, Juan simplemente hizo unos gestos suaves y gritó: —¡Vibren para mí!
Las treinta y seis agujas de plata en los cuerpos de los cuatro pacientes empezaron a vibrar misteriosamente.
Las vibraciones de las agujas de plata se encontraron con el aire, produciendo un sonido agradable.
Si hubiera algún profesor de medicina presente, seguramente se sorpr