“¡Perdiste!” gritó mi loba a Simone, gruñendo de felicidad. Solo me había tomado veinte segundos derribarla.
“Quítate de encima,” suplicó su loba con irritación.
“¡Lila!” escuché la voz severa de Jorah acercándose a nosotras.
Sabía lo que eso significaba, así que de inmediato volví a mi forma humana y me puse de pie. “Lo siento, Jorah,” me sacudí el polvo y busqué una camiseta para volver a ponérmela. “Solo estábamos jugando,” me subí los jeans.
“Que no vuelva a suceder,” siseó, ayudando a su hija a levantarse.
Solté una risita y corrí hacia su casa. Mi padre estaba de pie en su porche, con otra de esas miradas de decepción en los ojos. “Lo siento, Alpha,” reprendió. “No volverá a pasar. Esas son las palabras que debes decir, Lila.”
Fruncí los labios con irritación y no dije nada mientras pasaba junto a él hacia la casa.
“Tienes quince años. Ya deberías saber comportarte,” habló a mi espalda.
“Yo no llamo Alpha a alguien que no lo es,” le susurré a Dione, sentado en el escritorio de l