"¿Cinco días, monstruo?", repitió Liam, tontamente.
"¡Es mi regla, papá!", gritó Daniella a voz en cuello, como si reprendiera a su padre por no entenderlo.
"¡Mierda!", maldijo Liam en voz baja e intentó levantarla en brazos, pero Daniella no lo hizo.
"Vamos, Ella, vamos a la cama".
"No, papá. Me gusta aquí", gruñó Daniella de dolor, rodando para zafarse del agarre de Liam.
"Me arde el estómago, papá. Necesito mis medicamentos".
Para entonces, finas gotas de sudor blanco brillaban en su frente, hasta su cuello de cisne.
"¿No los trajiste?", Liam sintió amargura y dolor en el corazón. Ver a su hija sufrir le dolía terriblemente. Gimiendo más fuerte y haciéndose un ovillo, dijo: «Me los olvidé... ¡Argh!».
Liam se puso de pie de un salto. «Voy a buscarlos. Solo dime sus nombres», insistió, y salió corriendo de la habitación a buscar su cartera.
Regresó a la habitación de Daniella y se inclinó hacia ella. "Dime el nombre de los medicamentos, Ella. Voy a buscarlos ahora", ordenó, con el pe