Leonardo y Matilda corrieron hacia la azotea donde Antonia estaba a punto de saltar.
¡Prefería morir después de lo que le había pasado!
Los médicos y enfermeras que estaban junto a ella la apremiaban, —¡Señora Guerrero, el señor Ramos no tardan en llegar, cálmese!
—¡Ma!
Antonia oyó la voz de Leonardo, se dio la vuelta temblorosa, y vio a Leonardo y a Matilda caminando rápidamente hacia ella; apretó los dientes: —¡No te acerques más! Si no, me lanzo ya.
Leonardo se detuvo, miró a Antonia y le dijo: —Tranquila, Mafresa sigue estudiando en el extranjero, si se entera de que al final del día saltaste sin verla, no podrá soportar.
Al mencionar a Mafresa, Antonia dudó un poco.
Justo entonces, Matilda dijo de repente: —Señora Guerrero, tengo algo que decirle.
La mano de Antonia que colgaba de su costado se tensó inconscientemente, y miró a Matilda.
Cuando fue insultada por aquellos dos hombres, fue Matilda quien la salvó, aunque todavía no a tiempo, pero al menos no le hizo más daño.
Al ver q