Emiliano salió de su ensimismamiento y respondió apresuradamente:—¡Claro que tengo tiempo, por supuesto! Dime dónde y voy para allá de inmediato.
Lucía, notando la alegría mal disimulada en su voz, bajó la mirada y dijo:—Bien, encontrémonos en el Hotel Gloria.
—¡Perfecto!
Después de colgar, Lucía paró un taxi que la llevó al restaurante. Apenas se había acomodado junto a una ventana cuando vio llegar a Emiliano todo agitado, con pequeñas gotas de sudor en la frente que evidenciaban que había venido corriendo.
—¿Esperaste mucho? —preguntó él mientras se sentaba frente a ella.
Lucía negó con la cabeza y le sirvió un vaso de agua:—No, acabo de llegar.
—¿Hay algún motivo especial para esta reunión repentina? —preguntó Emiliano mientras tomaba un sorbo de agua.
Lucía asintió:—Sí, quería preguntarte si fuiste tú quien me ayudó a conseguir estos recursos en la compañía.
La expresión de Emiliano se tensó y sus dedos se crisparon alrededor del vaso:—¿Qué recursos? No sé de qué hablas.
—Emiliano