Natalie asintió, se dio la vuelta y fue al baño.
Leonardo, mientras tanto, se sentó en el sofá y miraba tranquilamente a Yanela dormir.
Acarició la mano de Yanela, se sentía feliz y contento.
Cuando Natalie terminó de ducharse, vestida con un cómodo pijama y con el pelo aún húmedo contra las mejillas, salió del baño y vio a Leonardo sentado tranquilamente en el sofá, mirando con ternura a la dormida Yanela.
—Leo, ¿sigues levantado? —Preguntó Natalie en voz baja, con tono cansado pero más alegre.
Leonardo levantó la cabeza y miró a ella, con amor en sus ojos: —Te estaba esperando, Natalie, has estado muy cansada últimamente, quiero llevarte a relajar.
Natalie sonrió y fue a sentarse a su lado: —Me gustaría, pero Yanela es tan pequeña, ¿cómo vamos a dejarla mucho tiempo?
Leonardo tomó su mano entre las suyas y le consoló: —Ya lo he pensado, podríamos buscar un lugar más cercano o un balneario donde podamos llevar a Yanela con nosotros. Así nos relajamos y cuidamos de Yanela al mismo tiem