Viendo que Ángel estaba tranquilo, Álvaro se arrancó por fin su hipócrita cara, y su mirada hacia Ángel se tornó sombría.
—Ángel, deja de fingir que eres un mensajero de la justicia, cuando la familia Aguilar fue expulsada de Imperialia, también contribuiste mucho.
—Es cierto, lo admito. —Ángel lo miraba sin culpabilidad en los ojos, sino con calma.
—No creo deberle nada a la familia Aguilar. La familia Aguilar se lo buscó. Puedes volver y decirle a Esteban que si sólo quiere volver a Imperialia, pues bienvenido. Si quiere poner Imperialia patas arriba, ¡no me quedaré de brazos cruzados!
Dicho esto, Ángel se levantó y se fue.
Hasta que el té estuvo frío, Álvaro cogió su taza, se la bebió de un trago y se levantó para marcharse.
El fondo de sus ojos estaba todo enfadado, la familia Aguilar no había tenido más remedio que huir de Imperialia porque todo el mundo le había caído mal. Cuando volviera, se celebraría un gran banquete de bienvenida, de lo contrario, ¡la familia Aguilar había hi