El fuego parecía venir del dormitorio, donde el humo era más espeso. La gente que venía detrás de Adriana se asustó, pero ella alcanzó a ver a Ricky tirado en el suelo junto a la cama.
Corrió hacia él mientras gritaba:
—¡Rápido! ¡ayuda!
Mientras imploraba con desdén, empezó a arrastrar a Ricky hacia afuera. Los tipos detrás de ella, al ver su esfuerzo, también corrieron a ayudarla.
Pronto, algunos trajeron agua para apagar el fuego, mientras otros ayudaron arrastrar al herido.
Él quedó tirado en el pasillo, con su asistente a su lado, gritando su nombre en medio del desespero.
Adriana tosió un par de veces y, con voz firme, gritó:
—¡Háganle espacio!
—¡Necesita respirar!
La gente, asustada por su tono de autoridad, se apartó de inmediato. Adriana siguió dando órdenes:
— ¡Llamen urgente a una ambulancia! ¡Necesita ayuda!
Todos entendieron rápido y siguieron sus instrucciones.
Tres minutos después, Ricky abrió los ojos lentamente.
Vio que la persona a su lado era Adriana, y se sorprendi