Verdades que liberan

Verdades que liberan

Ana entendió el mensaje que le comuniqué al darle a entender que no podía hablarle delante de David. Lo que menos quería era que mi hermano supiera que yo había tenido que atravesar todo eso por las amenazas que se cernían sobre él.

Con toda esa carga de pesar que había reposado sobre nosotros durante todo ese tiempo, no había encontrado el valor para romper la ilusión de calma y tranquilidad, abordándole con una pregunta tan difícil como aquella. Yo sabía que el corazón de mi hermano era de oro y que difícilmente él iba a poder hacer nada que procediera de la maldad, sin embargo, también sabia de la capacidad de sugestión de «el Jefe» y de cómo este era capaz de adueñarse de la voluntad de los internos para llevarlos, en las mayorías de los casos, a realizar atrocidades sin siquiera poder enterarse de lo que estaban cometiendo hasta que era realmente tarde. Si mi hermano había estado involucrado en algo tan vil como lo que se mencionaba en aquella denuncia que m
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