Oportunidades de vida

Oportunidades de vida

La vida me estaba sonriendo, aunque fuese por lo menos por un instante, pues los guardias al darse cuenta de la forma en que el jefe de seguridad y chofer del jefe se dirigía a mí, palidecieron de la impresión y se apresuraron a comunicar su confusión, explicando que no habían autorizado mi ingreso por miedo a importunar los planes de los señores de la casa.

“Los señores de la casa” fue una frase que se me atrabancó en el alma apenas la escuché de boca de uno de esos sujetos que, según me explicó Arthur tiempo después, eran empleados contratados por la rubia como parte de sus ínfulas de grandeza que le hacían imaginarse como una princesa de cuentos de hadas necesitando todo un séquito entregado por entero a su protección y cuidado. El asunto me parecía un absurdo, pero no había forma de que yo me ocupase en ello sin antes no procurar llegar a mi meta: Arthur estaba de mi parte y para ello estaba dispuesto a todo. El tramo de carretera pavimentada que iba desde e
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