Aún duele volver (3era. Parte)
El mismo día
Washington
Alexander
Había escuchado que, cuando tienes el corazón roto, o te quedas postrado en el dolor o te conviertes en una bomba a punto de estallar ante la mínima provocación. Supongo que yo caía en la segunda categoría, porque cuando Claire me echó de su departamento me dejó convertido en un animal herido, listo para destrozar a cualquiera con la primera excusa. Y sí, ver a Moreau en la mansión solo terminó de encender la rabia… y sumada a la frialdad de mi madre, exploté de la peor forma.
Quizás en otro momento habría sido más cauteloso. Pero ese no era «otro momento». Allí estaba yo, de pie frente a ella, con el dolor atascado en el pecho, el miedo haciéndose hueco y la frustración quemándome desde adentro. Y ella, lejos de suavizarse, adoptó esa postura autoritaria con la que siempre sentí que hablaba una dictadora, no mi madre. Eso no hacía más que avivar mi furia.
Pero Victoria continuó con su papel, imperturbable, como si nada pudiera afectarla. Todo se tensó