3 El infierno.

A pesar de que trato de ser suave y no lastimarla demás, la cavidad de Candy era muy estrecha, él sintió como su pene era envuelto y apretado, trato de ser delicado, en verdad que trato, pero lo que sentía, esa sensación tan exquisita lo hacía perderse en la lujuria pura, cuando por fin la penetró por completo, se quedó inmóvil dentro de ella, para ayudarla de ese modo a adaptarse a su intromisión, mientras la seguía besando, cuando sintió que sus manos se relajaron un poco, liberó su boca para verla, una lágrima caía de sus hermosos ojos, grabó cada gesto, cada temblor, decidió moverse solo un poco y al ver cómo la joven apretaba los labios se dio cuenta que no era por dolor, si no por placer, lo que provocó que sus movimientos aumentaran y que ella los siguiera, en ese vaivén tan delicioso y nuevo para la joven.

— Amir… ah… Amir.

Escucharla decir su nombre mientras sentía que estaba por llegar al orgasmo, lo lleno de una dicha que no alcanzaba a comprender, pero lo que más le sorprendió fue que cuando ella alcanzó el clímax él también lo hizo.

— Candy. 

Dejo salir el nombre de esa joven que lo había hecho viajar al mismo espacio, se sentía como nunca, jamás lo había hecho, dándose cuenta de que él también había gemido más de una vez su nombre. Ambos estaban agitados y sudorosos.

“¡¿Que m****a me pasó? ¿Por qué dije su nombre?”

Amir seguía sin entender que había pasado, como pudo perderse tanto en ese remolino de sentimientos. Salió de ella con delicadeza, para darle un poco de alivio, y le encantó ver esa mancha roja que demostraba que él fue el primero, mientras que en su pecho crecía una mezcla de dicha y orgullo sin igual. 

Candy lo miraba un poco aturdida y en ese momento algo lo impulsó a darle un dulce beso en esos labios rojos, algo que cerrará tan maravilloso momento.

— ¿Estas bien?

— Si.

— …. Deja de sonrojarte o te comeré otra vez. Iré a bañarme. 

Dicho eso, Amir salió de la habitación, ella se envolvió en la sabana, se sentía somnolienta, estaba agotada, y en su pecho miles de sentimientos se mezclaban, no sabía qué hacer, Ben le había dicho que cuando él se fuera a bañar debía salir y volver a casa, pero su ropa estaba en el baño, por lo que decidió cerrar los ojos un momento, para luego ir vestirse eh irse, pero estaba tan agotada que se quedó dormida.

Amir entró a la ducha sin entender muy bien que fue todo lo que sintió en ese cuarto solo un momento atrás, sin lugar a duda era algo nuevo y digno de repetir, pero aun así lo confundía, los ojos verdes de esa joven lo hipnotizaban como jamás nadie lo pudo hacer.

“¿Que m****a hice? Rompí todas mis putas reglas, ¡maldición! Esto está mal, espero que no esté cuando salga, ¿desde cuándo follar con alguien me pone así? Apenas la toque tenía ganas de acabar.”

Amir no dejaba de pensar en todo lo que había sentido con esa joven, salió del baño molestó más con él que con ella, después de todo fue él quien le dijo su nombre, le pidió el suyo y le dijo que se sacara el velo, rompiendo de esa forma todas sus reglas. Llevaba con él la ropa de la joven, entendiendo de esa manera que aquella joya aún se encontraría en la cama.

Pero cuando llegó al lecho y la encontró dormida, por un momento esa imagen lo congelo, se veía tan cansada, tan indefensa, sintió ganas de protegerla, dejó la ropa en la mesa de noche, pero de pronto recordó que solo era una niña que se vendió por un millón, se dirigió hasta el minibar y comienzo a beber, copa tras copa, mientras su mente trabajaba.

“Es joven, podría trabajar y ganar dinero, pero en cambio prefirió terminar de estudiar y venderse como carne al mejor postor. No es mejor que alguna de las otras que pasaron por mí, es solo una mujer que busca la vida fácil.”

El alcohol y el recuerdo de su madre abandonándolo para irse con otro hombre que en aquel entonces era más rico que su padre llenó su mente.

“Ella lo planeó ¡estúpido!, ¡desde un principio caíste en su trampa!, dejo su mejor arma al descubierto, sus ojos, seguro es alguna estudiante de actuación o algo por eso ¡caíste en su trampa!”

Y con todo eso en la mente, no pudo quedarse quieto, decidió darle una lección, para que así aprendiera cuál era su lugar. Jamás se dejaría engañar por una mujer, nunca sería como su padre tan ingenuo.

Retiró la sábana con tal brusquedad que Candy se despertó asustada, pero cuando lo vio, fue cuando el verdadero miedo apareció y sus ojos se cristalizaron.

Ese olor ella lo conocía muy bien, y esa mirada, esa que siempre la hacía sentir menos que basura, que la hacía sentir no digna de vivir.

— A—Amir.

— No digas mi nombre, ¡Puta!, solo ¡cállate y folla que para eso te pague!

Amir se abalanzó sobre ella y cuando Candy estaba punto de hablar le cubrió la boca con la mano, pero no era suficiente, aún podía ver esos ojos que lo observaban suplicantes, tan expresivos, tan llenos de miedo y dolor.

Le dio vuelta y la coloco boca abajo, como si de una hoja se tratara, con una fuerza innecesaria marcando su delgado brazo, ya que ella no oponía resistencia, Candy nunca oponía resistencia a nada de lo que la vida le hiciera, apoyo su mano en el hombro, para que no se diera vuelta y la penetró, rápido… fuerte, mientras Candy gritaba y lloraba de dolor, la embistió sin piedad, pero esta vez no sintió placer, no comprendía que le sucedía.

“Debe ser la posición, a pesar de que su espalda y trasero es hermoso y suave, necesito ver su rostro.”

Es lo que pensó y cuando saco su miembro para darle la vuelta vio la sangre nuevamente.

Eso no estaba bien, eso no era normal, la libero de inmediato, y la observo.

En su arrebato de cólera no reparó en que estaba demasiado estrecha, por lo que, al tomarla de esa forma tan brusca, sin estímulo alguno y con la resistencia de ella, la lastimó.

Candy se colocó en posición fetal mientras lloraba, un llanto que Amir llevaría en su consciencia, a partir de hoy y por el resto de su vida.

El hombre se levantó y fue directo a la ducha, abrió el agua fría y se quedó allí un buen tiempo, cuando se tranquilizó salió, dispuesto a pagar el doble y pedir disculpas si era la cuestión. Amir jamás se disculpó con nadie, nunca, esta sería su primera vez, pero sabía que debía hacerlo.

Pero cuando ingreso en la habitación, ella ya no estaba, en ese lugar lo único que quedo de Candy fue su aroma y su sangre, nada más.

Candy huyo como pudo de aquel hotel, cada paso que daba le dolía, además de estar manchando todo con sangre, y es que Amir la había desgarrado en su arranque de locura.

Tomó un taxi y regreso a su apartamento, tuvo que pedirle dinero prestado a María ya que Ben no se encontraba en el lugar o eso creía, luego de dejar a una María muy preocupada, se dirigió a su hogar, por llamarlo de alguna manera. Ya no sangraba tanto, pero le dolía demasiado, volvió a buscar a Ben, pero no estaba, decidió acostarse y llorar, llorar por haber disfrutado lo que hizo, pero también llorar por el trato recibido. Pensó una y otra vez ¿en qué se equivocó? Pero no encontró respuesta a su pregunta.

Al otro día se bañó, aún le dolía, trataba de mantener la zona herida lo más limpia posible, mientras los días transcurrían, ella siguió esperando a que Ben apareciera, pero pasaron dos semanas y no había señales de vida de él, ya no le quedaba comida, hacia dos días se le había terminado, por suerte María la había ayudado, le llevo todos los días un poco de lo que ella comía, parecía que estaba sola, y se preguntó en más de una ocasión ¿qué será de ella ahora?

Pero de pronto Ben apareció, los demonios son difíciles de exorcizar.

— Ben, ¿dónde estabas? Yo… — El primer golpe fue a la boca.

— ¿Desde cuándo te tengo que decir lo que hago?

— No, no lo tienes que hacerlo. — Dijo sosteniendo su cara, y limpiando la sangre que empieza a escurrir de su labio.

— Entonces no preguntes, ahora quítate la ropa.

— ¿Que? — Candy estaba confundida, después de la ausencia del hombre, ahora estaba frente a ella, ordenándole como siempre. 

— ¿Eres sorda? Quiero probar que tan buena eres, rápido, quiero probarte.

La curiosidad de Ben era cierta, en un principio la abandonó, pero cuando una de sus amigas le dijo que Dominic lo buscaba, porque el cliente pedía por Candy, no lo podía creer, incluso ofrecía la misma cantidad, y fue entonces donde Ben descubrió que el cliente había pagado un millón, la primera vez y ahora quería pagar lo mismo, tenía que ver qué fue lo que hizo Candy que lo enloqueció de esa forma, dos millones por dos polvos. Sin lugar a duda él debía follar con Candy.

— No, por favor, no me siento bien. 

— ¡¿Que no te sientes bien?! ¡Y ¿a quién m****a le importa?!

La tomo del cabello y la llevo al sofá, comenzó a romperle la ropa, pero Candy no quería colaborar, por lo que comenzó a golpearla, la sangre empezó a salir de la cara de ella, al igual que sus gritos, pero había algo que Ben desconocía y era que María, visitaba todas las tardes a Candy.

— ¡Suéltala maldito o llamaré a la policía! — María le tiró el plato de comida que le llevaba a Candy, esto asustó a Ben, si la policía aparecía se sabría todo, por lo que se fue haciendo una promesa. 

— ¡De hoy en adelante estas sola! ¿Me oyes? ¡Sola! — Apenas se fue María ayudó a Candy, la curó y la llevó a su departamento.

— Violeta, ¿qué harás ahora? Él no volverá, la gente dice que consiguió mucho dinero de no sé dónde y que vive en un buen sitio en la ciudad, yo no quería decírtelo para no lastimarte, pero…

— Yo sí sé de dónde saco el dinero… De mí. 

Esa tarde Candy abrió su corazón y le contó a María todo, el maltrato de su padre, el abandono de su hermano, como Ben la vendió, incluso su verdadero nombre, también le contó lo que Amir le hizo, pero dijo que no sabía su nombre, fue en lo único que mintió. Por alguna razón no quería decir el nombre de esa persona que la hizo sentir tan bien y al rato la termino de romper.

— Está decidido pequeña, tú vivirás conmigo.

— Pero…

— Candy te desalojaran en unos días por no tener el dinero de la renta, ¿qué harás?

— Tiene razón, es que a veces no pienso muy rápido. Soy tonta

— No es eso cariño, es solo… la vida te ha lastimado tanto en tan poco tiempo. Pero no te preocupes yo te cuidaré.

Los golpes en la puerta las interrumpió, y María fue la encargada de ver quien era.

— Hijo, ¿qué haces por aquí?

— ¿Así me recibes mamá?

— Perdona es que me sorprendiste.

— Es que andaba por el vecindario, tengo un encargo del señor Zabet.  

— Bien pasa tengo una noticia que darte, mi vecina Violeta vivirá conmigo a partir de hoy.

María soltó la noticia como si nada, y cuando Charly estaba a punto de protestar por las locuras de su madre, llegaron al salón, donde una delgada y golpeada Candy lo mira con ojos tristes esperando el rechazo, ese que ella conocía desde que nació. 

Pero en cambio Charly lo único que pudo hacer fue mirar esos ojos, que aún que estaban un poco rojos, lo habían hechizado.

— Hola, soy Charlie un gusto conocerte.

— Hola Charlie, el gusto es mío. — Y al escuchar esa voz creyó estar en el cielo.

Charly se marchó mucho más tarde de lo que pretendía y es que no pudo dejar de ver a Candy, su madre le resumió la historia, omitiendo el hecho que Ben la vendió, solo dejó saber la parte de los golpes, ya que estaban a simple vista, cuando él supo que era analfabeta se ofreció para enseñarle, además de tratar de conseguirle un trabajo en el sector de limpieza en Diamon.

— Ya verás Violeta, el señor Zabet es bueno, un poco raro, pero bueno, no pondrá objeción a que trabajes en su empresa.

Con esa promesa se fue, pero, aunque su ánimo había mejorado muchísimo gracias a la dulce chica, la angustia y la incertidumbre aparecieron cuando su teléfono móvil sonó

— Señor Amir.

— ¡¿La encontraste?!

— No señor, Dominic solo sabe el vecindario donde viven o vivían, nada más. 

— Tienes que encontrarla, si o si Charly, ¡es una orden!

— Lo haré señor, lo haré. 

Charly estaba perdido, su jefe había generado una especie de fijación obsesión o algo por la “virgen”, pero él necesitaba encontrarla a ella o a Ben por otro motivo, uno más importante, tenía que cerciorarse que no haya un heredero Zabet dando vueltas por ahí. 

Todavía recordaba esa noche hace dos semanas atrás, lo llamaron del hotel porque su jefe estaba rompiendo todo, jamás lo había visto de esa manera, pero lo que más le horrorizó, fue que la pastilla del día después estaba sobre la mesa, ella no la tomó. 

“¡Maldición!”

 El infierno recién comenzaba para Charly.

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