Elvira recogió a Débora en el puerto marítimo, ambas se dieron un gran abrazo y se montaron en el coche de Elvira.
—¿Crees que ha vuelto a recaer? —fue lo primero que preguntó nada más sentarse en el asiento del copiloto.
—Deb, no tengo ni idea de cómo llegó allí, por qué estaba manchada de sangre y sostenía un cuchillo, estaba aún en uno de sus estados de shock cuando la encontré, la llevé a casa e hice lo que tuve que hacer para que no la culparan. ¡Tú habrías hecho lo mismo y lo sabes!
—Por supuesto que sí. ¿Pero crees que ella...?
—¡No, no y no! ¡Ella no es capaz de hacer algo así! —Elvira comenzó a llorar.
—¡Mierda, joder! Carmen, es tan vulnerable..., pero ya sabes que no sería la primera vez que en uno de sus lapsus ataca a alguien. Acuérdate de la enfermera en el hospital, casi la mata, Elv, casi la mata —gritaba Débora.
—Vamos a olvidar todo esto, ella ahora mismo está calmada y tranquila, hay un asesino suelt