He vuelto al dormitorio de Calen para comprobar que mis plantas no han fallecido.
— ¿Ves? –le saco en cara– Podían sobrevivir aquí.
— ¿Eso crees? –porfía– Que ingenua, Sirena. Yo las cuidé
— ¡¿Tú?! –no le creo y giro para encararlo.
— Técnicamente. Pagué a una de las señoras de servicios para que las cuidara hasta que volvieras.
— ¿Entonces sabías que iba a volver?
— Por supuesto –sonríe. .
Le doy un vistazo de resinación.
— Bueno, en tal caso, gracias. ¿Ya has desempacado todo? Puedo ayudarte.
Me ofrezco; él niega.
— No fui a casa –cuenta mientras se tumba en la cama–. No hay nadie allí, por tanto iba a estar aburrido.
— Ya entiendo.
— ¿Qué tal tu mamá?
— Ella está bien...gracias por preguntar.
— ¿Le hablaste de mí? –averigua.
— ¿No podía?
— No me respondas con preguntas.
— Sííí –enfatizo también con mis ojos–, claro. Le dije: hay un chico todo engreído que se llama Calen Sanders. Ella me dijo: ¿y qué tal? ¿Te gusta? Y yo le dije: me arrebata...
— No soy engreído.
— Lo que tú digas..