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¿Me desea?

Proyectar no es mentir; es la magia del porte

Despierto con una palmada, digo, con una nalgada.

Mentiría si dijera que no me he acostumbrado a ellas. Tanto, que si de casualidad llego a despertarme y aún no la he sentido, entiendo que todavía no debo levantarme.

— Si en 3, 2, 1, no estás en el baño, te vuelvo a tocar el culo.

Emito un bufido para alejarme de la cama a paso lento y consecuente de que en mi trayecto repare en Calen frente al espejo del tocador. Sus dedos van con precisión hacia partes de sus cabellos, saben a dónde ir, qué arreglar; por tanto le dejo así para adéntreme en el baño. Pienso en lo raro que es que alguien con tal mal dormir sea buen madrugador, pues hay algo más a lo que me he acostumbrado en la convivencia con C

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