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Cuando Mabel regresó a la galería, el sol se estaba poniendo lentamente. Era una temporada en la que el follaje era tan espeso que simplemente caminar por la calle traía a la nariz el refrescante aroma de las hojas.

Una gran pancarta que decía “Exposición Jean-Michel Basquiat” colgaba en un edificio moderno rodeado de ladrillos rosas.

Mabel estaba perdida en sus pensamientos mientras caminaba lentamente por el sendero de pared de piedra con elegantes tacones altos.

—Robert fue de gran ayuda en la inauguración de esta exposición—Si no hubiera conocido a Joseph Reynolds, el calendario de exposiciones se habría visto alterado.

Mabel le estaba profundamente agradecida.

Recordé el cansancio bajo el sol poniente que tiñó mis hombros de rojo.

Las emociones que me atormentaban con sólo pensarlo se habían solucionado en gran medida.

La ira hacia su marido que amaba a otra mujer, la tristeza que siguió como consecuencia, el auto desprecio hacia sí misma por seguir esperando algo mientras se pre
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