No me puedo quejar, mi mañana comienza de diez
Luego de desayunar juntos no me quiero separar de ella y decido traerla por primera vez conmigo a la empresa.
Ignoro las miradas curiosas de la mayoría de los empleados, estoy feliz de que esté acá conmigo, así que orgulloso tomo su mano y nos dirigimos hacia mi oficina.
— No me gusta que me miren tanto — se queja ella haciendo unas caritas muy tiernas
— Ignóralos, eres la novedad en sus rutinarios días, no los culpes.
— Lo sé, pero igual me molesta.
Detengo mis pasos y volteo a verla sonriendo
— Tengo una duda — sus ojos confundidos me miran con curiosidad — ¿Cómo le haces para bailar frente a tantas miradas cuando te cohibes tan fácilmente aquí?
— Bueno, es que — Se queda callada por un momento supongo que pensando en una respuesta lógica — ¡Aish! ¡No es lo mismo Alejandro! — tengo debilidad por sus labios y todas sus muecas.
— Eres adorable cuando haces esos pucheros — confieso.
— ¡No hice tal cosa! — y también cuando se hace la ofendi