131. La Llegada

La acera estaba iluminada como si fuera pleno día, atestada de gente, fotógrafos y matones a cargo de la seguridad. La línea de gente que aguardaba para entrar a la disco daba vuelta la esquina. La disco tenía un estacionamiento a un costado, frente a una entrada secundaria, pero nadie quería usarlos y pasar desapercibido, de modo que media docena de muchachos aguardaban junto a la calle, para llevarse y aparcar los vehículos de los famosos que no tenían chofer.

Jim frenó detrás de un Mercedes en la línea a la entrada. Silvia notó que los matones no dejaban entrar a la gente que esperaba en la acera. De momento sólo las celebridades eran admitidas en la disco, en un desfile improvisado para deleite del público y de los paparazzi.

—Espera a que te abra la puerta —oyó que le decía Jim—. Y luego son sólo cinco pasos hasta la entrada.

Silvia asintió viendo cómo se alborotaba la gente al ver al rapero que bajaba del Mercedes. El músico se floreó sin prisa bajo los

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