— ¡Francesco, Francesco! No hagas una locu… — Piiiiiiip
Ya Francesco había cortado la llamada dejando a Russo con la palabra en la boca —¡Maldición!
— ¿Qué sucede cariño? — Su esposa Allegra quiso saber.
— No te gustará, mejor no me preguntes…
— Pero Antonio…
— Amor… — El acunó su delicado y hermoso rostro entre sus manos, Allegra había cambiado su color de cabello rojo intenso a uno rubio más parecido a su color natural y Antonio apenas comenzaba a acostumbrarse — ¿Sabes que eres la rubia más ardiente que he conocido?
— No me cambies el tema, sé que sucede algo y no quieres decírmelo.
— No creo que sea sano para ti, ¿Confiarás en mí si te digo que es mejor para tu salud emocional que no lo sepas?
— Mmm…
— Solo déjamelo a mí, en todo caso es parte de mi trabajo y no me gusta traer el trabajo a la casa…
— Entiendo cariño, pero ese trabajo implica al padre de mi hijo…
— Lo sé… si algo está mal te lo haré saber, por ahora descuida, ¡Yo me encargaré de que ese idiota no meta la pata! — So