Capítulo Veinticinco

Trato de poner mi mente en blanco, siguiendo a la perfección el ritmo de mis respiraciones pero luego de cinco intentos, no lo consigo y eso me pone mucho más histérica.

— ¡Voy a matarla, lo juro! —siseo entre dientes, sintiendo un fuego reverberar en la boca de mi estómago.

Misma sensación que no me deja desde hace dos días cuando Úrsula me dijo con su mejor cara que tendría que pedirle excusas públicas al imbécil de mi ex.

—Mantén la calma, Gigi —me pidió Nina por milésima vez. Que estuviera conmigo en estos momentos eran lo único que me daba consuelo—. Sé que lo que vas a hacer es muy difícil y humillante, lo entiendo perfecto pero mira el lado positivo —la mire ceñuda a través de su reflejo en el espejo que tenía frente a mí.

— ¿Y según tú cual es el lado positivo? —Cuestione, sardónica—. Porque yo no le veo lo positivo por ningún lado.

Me hizo girar sobre la silla del tocador y me cogí el rostro con las manos, mirando mis ojos fijamente.

El azul en los ojos de Nina me recordaba
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