New York – Usa.
Días después.
Rose, se encontraba en el vivero, discutía con la chica encargada porque varias de las plantas se estaban marchitando.
—Les falta abono y cariño —dijo una voz que provocó que la mujer se estremeciera.
—¡No es posible! —exclamó y volteó a mirar. Parpadeó un par de veces y a grandes pasos se aproximó a la mujer que estaba en la puerta del vivero. —¿Eres tú?
Lolita liberó las lágrimas que estaba conteniendo y la abrazó con fuerza.
—Claro que soy, estoy viva, y vine a visitarte, a agradecerte por confiar en mí —sollozó.
—Lolita —dijo Rose gimoteando y permanecieron abrazadas por un largo rato.
Luego de ponerse al día con todo lo sucedido, Rose no quiso ser ave de mal agüero; sin embargo, una duda siempre le rondó la cabeza.
—¿Alguna vez viste alguna foto de la madre de Emma? —indagó con curiosidad.
Lolita arrugó el ceño y no comprendió a qué venía esa pregunta.
—¿Por qué averiguas eso? —cuestionó sorprendida.
Rose rodó los ojos.
—Si la