New York- Usa.
Alma llegó con un ligero nerviosismo a las empresas del consorcio, su padre le había pedido dejar unos papeles importantes a Oliver, y aunque intentó negarse a hacerlo, no lo consiguió.
Cuando salió del ascensor percibió las piernas temblorosas, inhaló profundo y se aproximó al escritorio de la asistente del abogado.
—Hola —saludó aclarándose la voz. —¿Se encuentra… Oliver? —cuestionó.
La chica elevó su mirada a la joven, le sonrió.
—Buenos días, señorita…—Pausó por qué no lograba distinguirla de su hermana gemela.
—Soy Alma —dijo la joven.
—Perdón señorita, es que usted y su hermana son idénticas que no logro saber quién es una, quién la otra —recalcó—. El abogado se encuentra en su oficina, siga. —Señaló con su mano.
Alma inhaló profundo, asintió y luego sosteniendo el sobre contra su pecho caminó hasta la oficina de él. Colocó su mano en la cerradura, y pensó en mejor dejar los documentos a la asistente, pero luego recordó que su padre le pidió que se lo entr