Afuera, todo era carreras y desconcierto. A pesar del fantástico despliegue de seguridad, el hombre se les había escurrido como agua entre los dedos. Los líderes tragaban grueso pensando en cómo evitar enfrentarse a Tiberius y decirle que habían fracasado.
–Señor Wellington –habló el de mayor rango.
–Si no vas a decirme que lo atraparon, ahórrate las palabras. Resulta que cualquiera llama, se identifica como su jefe y con eso basta para que rompan el cuadro establecido. Sufrimos una pérdida totalmente innecesaria y todo por confiados, como si todas las enseñanzas e instrucciones hubieran sido en vano, en este momento solo puedo apreciar que todo el entrenamiento está perdido.
–No es así señor, lo resolveremos.
–No, haré que alguien más se encargue, ocúpate de este hombre y de su familia.
–Señor, sabemos que está herido, encontramos el rastro de sangre, es cuestión de…
–Dije que alguien más se encargará –interrumpi