Ingresaron a la lujosa suite que había reservado Tiberius para complacer a su esposa ya que, claramente le dijo que su primera noche de casada quería disfrutarla en Paris y que si desde la ventana se veía la Torre Eiffel sería cumplir su fantasía. Por lo que muy dispuesto a consentir a la mujer que había robado su corazón adueñándose de sus sentimientos, allí estaban.
Lo primero que hizo al quedar solos fue conducirla a una de las ventanas, corrió las cortinas y le mostró en todo su esplendor el monumento y símbolo de la capital francesa.
–Maravilloso Tiberius, gracias, me encanta, es la vista más hermosa y perfecta de Paris.
–Siempre haré lo que sea por ese brillo de tus ojos y esa sonrisa radiante, quiero verte siempre así bella mía, feliz, emocionada, complacida –decía al tiempo de rodear su cintura, pegando el pecho a su espalda y apoyando su barbilla en la coronilla.
Pasados unos minutos de silencio y contemplación de la vista nocturna de la torre, Tiberiu