Por la tarde, Rebeca y Romeo estaban charlando de trabajo en la oficina cuando llamaron a la puerta: —Señorita Estrella, ha llegado el señor Ocampo.
—Vale. —Tras decir eso, Rebeca le dijo a Romeo—: Tengo que ocuparme de unos asuntos personales, ve a hacer lo tuyo.
Romeo miró a Mateo y a su ayudante, asintió y se marchó.
Mateo y su ayudante llevaban una maleta cada uno y, después de que César cerrara la puerta tras ellos, colocaron uno a uno los diversos acuerdos y documentos que había dentro y los contaron.
Una vez hecho el inventario y entregado, Mateo habló: —Por cierto, Logan me pidió que te dijera que si no quieres participar en la gestión y toma de decisiones de la empresa, y quisieras vender estas acciones, él sería un comprador indicado.
Rebeca resopló y dijo con voz débil: —Lo sé.
Después de hablar con Rebeca, Mateo se marchó.
Rebeca miró las dos cajas con diversos documentos de papeleo, dejó las cajas a un lado despreocupadamente y siguió hundiendo la cabeza en su trabajo.
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