Hugo tenía un compromiso por la tarde y, tras charlar de negocios, se dispuso a marcharse.
Al ver que Hugo la miraba, Rebeca levantó la vista: —¿Qué pasa?
Mañana era San Valentín.
Pero él no lo dijo, negando con la cabeza: —Nada.
La mente de Rebeca estaba ahora mismo en el trabajo, y se olvidó por completo de San Valentín.
No fue hasta el día siguiente, cuando llegó a la oficina y en la empresa la recibieron y le dijeron Feliz San Valentín, que cayó en la cuenta de que era San Valentín.
Rebeca estaba a punto de volver a su despacho cuando se oyó una voz desde el otro lado de la puerta: —¿Quién de ustedes es la señorita Rebeca? Alguien ha encargado flores para usted, por favor, salga y firme por ellas.
Rebeca se dio la vuelta y vio a un repartidor en la puerta con un gran ramo de rosas rojas en la mano.
Las palabras del repartidor y el exageradamente grande ramo de rosas rojas llamaron la atención de todos a su alrededor.
Se rumoreaba que Rebeca y Cristian tenían algo, pero en realidad