Martín tambaleó, apenas logró mantenerse en pie antes de dejarse caer en un sillón.
Murmuró algo incoherente, un gruñido entre cansancio y rabia, y en cuestión de segundos se quedó dormido, con el rostro desencajado, oliendo a alcohol.
Fely lo miró desde la distancia, con los brazos cruzados, apretando los labios para no llorar.
Lo había visto así muchas veces, pero esa noche sintió una rabia contenida que ya no sabía cómo sostener.
—Cobarde… Mereces ser un pusilánime, no eres ni la mitad de hombre que tu padre —susurró apenas, antes de darse la vuelta y refugiarse en su habitación.
Cerró la puerta sin hacer ruido y se dejó caer sobre la cama. Le temblaban las manos.
Tenía miedo, en el fondo temía perder todo lo que había conseguido, esto era insoportable para ella.
***
A la mañana siguiente, el sol iluminaba el jardín con un brillo cálido.
Manuel y Mayte estaban allí, observando al pequeño Hernando jugar entre las flores.
El niño reía, inocente, sin imaginar lo que estaba a punto de e