¿Cómo explicarle? ¿Cómo decirle a una pequeña que esta probablemente sería la última vez que se verían?

Para Cristina, encontrar las palabras perfectas no era nada sencillo, sobre todo cuando ni ella misma quería irse. Sin embargo, la situación ya no se acomodaba a su voluntad.

De pronto, los demás niños comenzaron a acercarse, rodeándola con risas y expresiones llenas de emoción.

Sus caritas iluminadas por el sol eran un recordatorio doloroso de todo lo que dejaría atrás.

—¿Viniste a jugar con nosotros? —preguntó uno de ellos con esa inocencia que siempre le enternecía el corazón.

Cristina mostró una sonrisa dulce y asintió.

—Claro que sí —respondió, dejando por un instante a un lado el peso de su decisión.

Pocos minutos después, estaba de pie frente a un árbol enorme, con las manos cubriéndole los ojos.

—Veintiocho… veintinueve… ¡y treinta! —exclamó con energía—. ¡Muy bien, ahí voy!

Los niños corrieron a escond