Capitulo 5: Compartir el número.

Me despierto en una cama extraña y cómoda, mi cuerpo se acomoda aún más y poco a poco mis sentidos se van despertando también. De inmediato me doy cuenta de que mi acompañante nocturno, no está a mi lado en la fina cama y me levanto de un salto de la cama. No sé cuánto tiempo estuve dormida, hicimos el amor innumerables veces y al final de la madrugada nos quedamos abrazados, desnudos y agotados.

Era obvio que él no se quedaría, al menos una parte de mi sabía que él se iría de inmediato, no se su nombre, no tengo su número de teléfono, solo fuimos dos desconocidos que se dieron placer mutuamente. Con solo recordar sus manos sobre mi cuerpo y las travesuras que me hizo mi piel se estremece como consecuencia.

Me acerco al ventanal que cubierto por una cortina pesada y gruesa, obstruye cualquier rayo de luz o mirada de curiosos.

Abro la cortina con mi cuerpo cubierto por las sábanas que adornaban la cama y me doy cuenta de que es de día.

—¡Mamá va a matarme! —Chillo.

Me ducho rápido y me coloco la ropa, mis sandalias son las siguientes. Recojo el bolso donde confirmo que efectivamente en mi celular había 200 llamadas perdidas y mensajes de mi madre preocupada pues no tenía idea de donde yo estaba.

Mi hermana Neny debió de haberle dicho que yo saldría como Rosita, pero eso no disminuye su preocupación. Mi mamá es sobreprotectora con todas y yo no suelo salir a clubes nocturnos ni tampoco perderme en la soledad y oscuridad de la noche.

Llego a casa después de 20 minutos en taxi, me despido del señor y bajo tranquilamente intentando serenarme, pues sé que sí llego alterada mi madre lo notará, y de inmediato y se pondrá aún peor.

—¡¿Dónde demonios estabas?! —Grita nada más verme cerrar la puerta. —¡He estado a punto de llamar a la policía!

Recuerdo que yo no le he contado que mi relación con Malcom ha terminado, mi madre seguramente pensó que he pasado la noche con él. A menos que mi hermana la haya sacado del error. Me acerco a ella y la abrazo para tranquilizarla un poco, mis brazos alrededor de su cuerpo y acariciando su cabello envuelto en un moño en la parte baja de su nunca.

— Lo siento, mamá. Se me ha ido el tiempo. — intento excusarme, pero los ojos de mi madre irradian toda clase de emociones.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste irte en la noche sin contarme nada? —preguntó mirándome fijamente. —Siempre te he dicho que no me tienes que decir exactamente el lugar, solamente escríbeme y dime que estás bien.

—Lo sé, mamá. — le digo cabizbaja mientras oculto mi rostro en su cuello. Quiero sentirme terriblemente mal y lo hago, una parte de mi lo hace. Pero otra, la que está sedienta de aventuras, esa no desea sentir arrepentimiento.

—Me preocupo, Vicky. Estos tiempos no están para que salgas sin que alguno de nosotros sepa dónde tú vas a estar, somos solo nosotras. — Mi madre nunca volvió a casarse, no le interesó. Ella tuvo mas que suficiente con Gert Román.

Escucho su dolor en su voz y su preocupación. De mi aventura nocturna es lo único de lo que puedo arrepentirme, el hecho de haber intranquilizado a mamá.

 Mi madre, Venecia, jamás se ha enojado de tal forma conmigo que haya dejado de hablarle ni un solo día de mi vida. Ella siempre ha dicho que somos nosotras cuatro contra el mundo, que tenemos que mantenernos unidas y así lo hemos hecho hasta ahora, por eso al graduarme de la universidad, me prometí que le daría una mejor calidad de vida a mi madre y a mis hermanas, a esas que tanto merecían, me dije que, si tenía que morir bajándole la luna y las estrellas, con gusto lo haría.

Ella no lo sabe, pero he mandado muchos currículums para ver si me llaman de algún puesto importante, así sea lejos de Canadá. Estoy dispuesta a tomar lo que sea de mejor sustento para mi familia. Hasta el momento yo trabajo en un consultorio infantil, ganando lo mínimo para ayudar con la colegiatura de mis hermanas y sus necesidades básicas, mientras que mi madre, con su trabajo gubernamental, como ayudante de contabilidad, un puesto en el que tiene más de veinte años y del que nunca ha podido darse gustos ni extravagancias. Nos hemos dedicado a sobrevivir. No quiero pensar que nuestra vida hubiese sido mejor si mi padre no nos hubiese abandonado.

Entre deudas por la hipoteca de la casa y los gastos de la colegiatura, mi madre y yo tenemos más que suficiente para querer salir volando. Mamá, el año pasado, se rompió una pierna y un brazo, intentando solucionar una gotera que había en el techo de la habitación de Franceska. En vez de llamar a un plomero, terminó colgada del techo y al caer, bueno, basta decir que todo pudo haber sido peor.

—Te juro que no volverá a pasar. Se me ha ido el tiempo, no he visto el celular. — le digo alejándome y viéndole a los ojos. — Te lo prometo, mamá.

—¿Con quién andabas? — inquiere enarcando una de sus cejas. —He llamado a Rosita y me ha dicho que te dejó en un club.

—Mamá, puedo contártelo después. — le digo intentando desviar el tema. — ¿Qué haremos para desayunar?

—Son las nueve de la mañana, Vicky. — me dice sin caer en mi treta. —También le marqué a Malcolm, me ha dicho que ustedes terminaron su relación temprano ayer. — Ahí estaba. Eso era a donde ella quería llegar. —¿Por qué no me contaste? ¿Por qué no me llamaste para decirme?

—No era necesario.

—Habría dejado el trabajo para venir a verte. — Me dice acariciando mi mejilla y de inmediato mis ojos se llenan de lágrimas. — Sabes que te amo demasiado, Vicky. Tu mereces un amor de verdad, y si Malcom no era el indicado…

—No lo era. — confirmo sin dudar. — perdí cinco años de mi vida.

—No, hija mía. Todo es un aprendizaje. — me corrige. —Debes de ver todo como un punto de conocimiento.

—¿Qué aprendí con él, mamá? ¡Nada! — no puedo dejar que mi madre piense que Malcom es buen hombre, no lo es en ningún sentido de la palabra. —Iba a decirlo ayer, pero a Rosita y a Neny se les ocurrió que yo necesitaba salir un poco.

—Es la verdad, cariño. Te esfuerzas demasiado.

—Tengo que ayudar en la casa.

—No es tu trabajo pagar deudas. Tu nunca has sido una niña común, Vicky. Tienes que aprender a disfrutar de la vida. Sal a descubrir lo que a ti te guste y hazlo.

—No puedo dejar que te cargues con todo. — le digo sacudiendo la cabeza.

—Es mi trabajo como madre conseguir el dinero, no el tuyo. — me dice y se aleja de mí dando por zanjada la conversación.

Ambas tomamos asiento en el sofá un poco grisáceo y desmadejado que teníamos en la sala, un sofá que había visto tiempos mejores. No recuerdo cuando se compró, lo cual indica que debe haber estado allí desde que nací.

—Me comporte como una tonta. — le digo recostándome en su hombro.

—Vicky, tú has hecho pocas cosas de adolescentes, nunca te escapaste de casa para ir a fiestas, jamás me diste dolor de cabeza, no estoy enojada contigo por salir, me incomoda que no me contaras lo de Malcom y que no me avisaste que estabas bien. Un simple mensaje para poder dormir tranquila. Me pasé toda la madrugada sin poder dormir pensando que me iba a venir a buscar la policía para decirme que tu cuerpo había aparecido en una alcantarilla.

—¡Mamá! — grito asustada y mi brazo de inmediato rodea su espalda y la atraigo hacia mí, le doy un beso en la cabeza y digo. —Nada me pasó. Estoy bien, simplemente salí y tomé demasiado.

Era una verdad a medias, en realidad había tomado, pero no demasiado. Aunque la botella de vino vacía de la habitación del hotel diría una historia totalmente diferente.

—¿Con quién te fuiste? Rosita no supo decirme cuando la interpelé por teléfono. ¿Con quién pasaste la noche? — me pregunta mi madre directamente y yo me levanto del sofá y sujeto el bolso— No me pongas esa cara de niña arrepentida te conozco bastante bien Vicky Román.

Justo cuando abro la boca para contarle, la puerta se abre y Rosita pasa a través de ella.

Salvada por la campana me meto a la habitación y dejo a mi madre con Rosita y la escucho desde el cuarto preguntándole a mi amiga con quién amanecí.

Pero es una pregunta que ni yo misma sé cómo responder.

Amanecí con Clyde.

Clyde.

Mi Clyde.

Viví una fantasía con un hombre guapísimo que me hizo cosas que jamás nadie me había hecho, cosas simples pero que, en sus brazos, con sus manos y su boca, deberían de estar prohibidas.  

Me entristece levemente no volver a verlo, pero justamente por eso no compartimos nombres ni direcciones. Fue mejor no haberle encontrado al despertar. Soy emocional, muy sentimental de nacimiento, aunque según mi madre tengo carácter, cuando se trata de amor, soy debilucha.

Seguramente me habría rajado a llorar y le habría pedido su nombre real.

Solo que así habría acabado mi fantasía.

Me cambió la ropa y me pongo unos vaqueros con un polo de color rosa, mi cabello lo ato en una coleta alta y dejo unos pequeños flequillos en mi frente.

Al salir de la habitación las cosas se han tranquilizado, mi mejor amiga ha logrado calmar a mi madre y no sé qué le ha dicho, pero esta me sonríe y me entrega una taza de café caliente.

—Le contaba a tu madre que, como parte de la estrategia, hoy saldremos de compras. Todo va por cuenta de mi padre, él también está de acuerdo y me ha dado su tarjeta. Le he dicho que es una emergencia.

—Emerson es un hombre magnífico.

—Te he dicho que ustedes dos son muy afines. — dice rosita y le guiña un ojo a mi madre.

—¡Rosita! — exclama mi madre toda pudorosa.

La verdad es que el padre de Rosita le ha estado tirando los perros a mi madre pero ella se niega a tener una relación.

—¿Qué estrategia? — pregunto sin comprender esa parte.

—La estrategia “sacar a Malcom de tu sistema” — dicen ambas al unísono.

—¿Qué?

—Para olvidar al estúpido de Malcom. Ese cabr…

—¡Rosita la boca! — mamá le corrige y sacude la cabeza muerta de la risa. Era el diario vivir de ellas dos. Mi madre toda recatada y conservadora, aunque no al extremo, y mi mejor amiga un alma libre dispuesta a llevarse el mundo por delante.

Pasado el tiempo, con bolsas en las manos, cantidad de ropas que no estoy segura de poder usar en diez años, zapatos que seguramente los usara Neny, finalmente tomamos asiento en un bar&café en una de las calles más concurridas de Vancouver, St Drake.

—¿En serio rentó todo un piso? — Rosita no me creyó y en verdad, ni yo misma lo hacía aún.

—Si. Lo rentó.

—El hombre debe estar cagado en plata.

—¡Rosita!

—Es la verdad. —dice. —¿Quién renta un piso completo solo para tener sexo con una desconocida?

—Debe gustarle la privacidad.

—¿Será un famoso en Estados Unidos?

—¿Crees que es americano?

—¿No escuchaste como habla? — pregunta girando los ojos. — ¡Ah, no, cierto! ¡Estabas concentrada en su p…!

—¡Rosita, por Dios! — me cubro el rostro con las manos y siento que las mejillas me arden.

Aunque igual no puedo dejar de sonreír como idiota.

—Ese hombre en una noche logró hacerte lo que Malcom en cinco años no pudo.

—Lo sé. — reconozco. — lástima que no vaya a volver a verle.

—La vida da muchas vueltas. — dice ella y yo levanto la cabeza de la mesa y le miro.

—No creo que dé tantas vueltas como para volverme a encontrar con él.

—te sorprenderías de las vueltas que es capaz de dar la vida cuando estamos destinados a estar con alguien.

—No sé su nombre. — le repito sin comprender.

—A lo mejor no estás mirando en el lado correcto de Vancouver.. —ella sonríe mirando hacia arriba y me provoca confusión.

Un escalofrío recorre mi nuca y vuelvo la cabeza justo para encontrarme con los ojos almendrados del hombre.

Clyde.

—Hola, señoritas. — dice él con esa voz que me susurró tantas cosas sensuales la noche anterior.

El sonrojo vuelve a apoderarse de mi rostro y presiento que de mi cuerpo completo.

—Es bueno volver a verte. — dice y toma asiento a mi lado. —¿Cómo estás?

Muda.

Así estoy, pienso.

—Ella está bien. — interviene mi amiga al darse cuenta de mi entumecimiento, mientras que me patea por debajo de la mesa para que reaccione.

—Si, eso. — le digo parpadeando un par de veces. —¿Cómo estás tú?

—Deseando tener tu número telefónico. Estaré por aquí un tiempo y…

—No. — le digo interrumpiéndolo. —Cero nombres, cero números. — digo recordándole las reglas que él mismo ha puesto.

—Disculpa, me dejas un momento con mi amiga. — Dice Rosita y Clyde se levanta y se aleja unos pasos.

La miro azorada sin comprender que pretende.

—Nena, ésta es tu oportunidad.

—¿No has visto cuán arrogante es?

—Solo es un tipo seguro. No te está prometiendo villas y castillos ni un viaje en yate.

—Tampoco quiero eso. — le digo y me muerdo los labios. — él no busca una relación.

—¡Ni tu tampoco! — chilla ella y yo le obligo a mantener la compostura. —Lo siento. — me dice. —es que me arde que tu no veas lo que yo.

—¿Qué no veo? — digo soltando un suspiro.

—Es tu oportunidad de olvidar a Malcom. De sacarlo por completo de tu sistema. Este hombre te hizo feliz con un par de horas, imagínate lo que hará con verlo varias veces.

Debo reconocer que tiene un buen punto, y hasta hace una hora, yo misma deseé por un momento, al menos tener el nombre de él. Aunque al instante me recordé que no estoy buscando una relación.

Pero sí un alivio.

Una aventura.

Me levanto de la silla y dejo a Rosita sonriendo de oreja a oreja. Con paso seguro me acerco a Clyde y este me mira repasando cada detalle de mi cuerpo, haciendo que mis pechos se endurezcan. ¿Qué clase de brujería es esa? ¿Cómo puede con una mirada hacerme sentir como si sus manos estuviesen en mi piel?

—Bonnie. — me dice y me dedica una sonrisa traviesa.

—Clyde. — le digo.

—Me darás tu número. — no era una pregunta y ambos lo sabíamos.

—Anótalo. — murmuro sin apartar los ojos de los suyos.

Acabo de caer en la tentación.

Soy pecadora y culpable.

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