Hades Santoro
Dormir con la rusa no era lo más sabio que pude haber hecho.
Tener a una chica virgen a mi lado durmiendo en la misma cama era una verdadera tortura y más cuando esa chica era Adara.
Tenía que mantenerme cuerdo y no dejar que el deseo a ella me ganará porque necesitaba que hablara luego sobre la ubicación de su familia para tomar más ventaja en esta guerra.
Adara creía que yo no me daba cuenta lo inquieta que estaba por las noches, las veces que salía de la cama y se sentaba en la ventana o el sillón de la habitación mientras miraba fijamente a un punto.
Ahora mismo ella estaba acostada en la cama dándome la espalda creyendo que yo no me había dado cuenta de que estaba despierta. Era claro que no sabía disimular su respiración.
—Si crees que no se que estas despierta, pues te diré que estas muy equivocada—le digo y su respiración se corta—. Cámbiate, bajas a desayunar y luego vas a mi despacho, ¿está claro?
—Si—susurra
Salgo de la habitación dejándola sola en ella y cami