Cuando estuve fuera del hotel, esperé diez minutos en recepción. Esperando si Massimo también había conseguido su dirección y, efectivamente si lo hizo.
Me coloqué la capucha de la chaqueta y subí por las escaleras. Cuando estuve arriba, él ya había llegado y estaba tocando la puerta como un loco.
-¿Qué... qué haces aquí? -escuché su voz.
-Vine a verte -respondió mi tío con una sonrisa-. Necesitamos hablar.
-No tienes nada que hacer aquí, y por tu bien, vete de aquí y no vuelvas a buscarme.
-Gabriela, solo déjame entrar cinco minutos para hablar.
En ese momento vi como el ascensor se abrió y los chicos de la foto salieron con un pequeño.
Mi mirada cayó en el niño y... ¡Mierda! Tenían un hijo. No había duda alguna que era de Massimo. Es igual a él cuando era pequeño.
-Vete, Massimo -escuché entonces a Gabriela.
-Mami -dijo el pequeño cuando vio a Gabriela. La capucha me tapaba la cara lo suficiente para voltear y ver la cara de terror de la mujer.
Estaba claro que no quería qu